jueves, 5 de enero de 2017

Emerio Medina: La bota sobre el toro muerto



Texto: Heidi Calderón
Fotos: Heidi Calderón y Juan Pablo Carreras
“Este lugar es importante porque aquí yo vi capar un toro”, dice Emerio Medina durante un paseo del que es anfitrión. “Yo solo tenía cuatro años y nunca lo olvidé. Aquel animal pasó una hora completa gritando, todavía puedo sentir el bramido interminable del toro mientras le machacaban los guebos con un garrote”
El paseo comienza en la mañana, luego de un helado en el litoral del Río Mayarí moribundo que está moribundo después que la presa se tragó, dice Emerio y aclara que fue para construir el colosal embalse recientemente construido con el fin de trasvasar agua hacia las localidades secas del oriente cubano. 
El primer pasaje lo recorremos a través del “Callejón de la Muerte”, vereda célebre por historias de miedo. El escritor nos cuenta que  aparecían allí las víctimas locales de la dictadura batistiana, pero aunque cualquiera quisiera evitarla, es la ruta diaria para llegar al pueblo.
Mientras nos adentramos por los senderos de su andar a pie, nos asegura que “éste rio es importante, aquí aprendí a nadar, me bañé, jugué y tuve que cruzarlo descalzo todos los días para salir al pueblo. Esta mata de anoncillos es importante, bajo su sombra pasaron horas de mi niñez. Mis tíos son importantes. Sin mi maestra de primer grado yo no sería quien soy, en mi vida, ella es importante”.
Y nos lleva a conocer las personas que tuvieron parte en su formación. Ahora ya es un hombre pero no los olvida. Este es un hombre que insiste en dar las gracias a todo lo que en su vida ha sido importante. 
“Es un privilegio haber nacido en este entorno, aquí todo era sano y festivo. Crecí sin problemas, sin odios. Todo era bajar al rio a bañarme después de la escuela y ver a mi papá llegar de la fábrica con su casco de aluminio brillante. Sin ese entorno inicial no hubiera sido lo mismo”. 
Llegamos hasta la pequeña escuela rural donde cursó estudios primarios porque también es importante para él y no sólo como parte de su niñez. En la escuelita primaria del poblado Valle Dos era donde le prestaban una computadora para que durante la noche, pasara sus cuentos del texto manuscrito a los formatos de este siglo.
Antes de llegar a la casa donde vive nos habla del hijo y de la mujer. Con una frase que toma prestada deja clara su postura ante el matrimonio, “un hombre está obligado a encontrar la mujer de su vida y casarse con ella”. Él cree en la familia y se siente orgulloso de haber formado una.
En la casa la conversación es más doméstica. El escritor se planta frente al fogón de leña con la promesa de una caldosa para la tertulia, y una vez más, confiesa algo importante: El humo, el olor a madera quemada, es importante para él. 
“El secreto de la caldosa está en la malanga”, asegura, mientras revuelve los tubérculos en el  aceite caliente para que no se peguen al fondo del caldero. 
Sentados en la terraza hablamos de música, de literatura y de él. Un amigo trovador canta algunas canciones y el buen ron criollo alienta al debate. Mientras se cocina la caldosa Emerio debe revolver, condimentar y hasta rajar trozos de leña en el patio. El hacha es un aditamento que le sienta bien.  
Asomado por la ventana de su cuarto Emerio muestra algunos de los objetos que acreditan laureles y distinciones, desde su Premio Iberoamericano de Cuento “Julio Cortázar” hasta la placa que lo reconoce como Hijo Ilustre de Holguín, y aunque no lo diga, sabemos que todo esto también es importante para él. 
Ya cuando cae la tarde el escritor obsequia algunos de sus libros, uno de ellos es “La bota sobre el toro muerto”, el texto con el que ganó el PREMIO CASA DE LAS AMERICAS. 
La conversación de Emerio Medina se parece a su palabra escrita. Oraciones cortas, ideas rotundas. No hay miel. No hay flores ni guirnaldas. No hay tretas donde perderse, ni enredos que simulen un intelecto inalcanzable. Por supuesto, sin negar los ritos y argucias imprescindibles del oficio.
Describirlo físicamente podría ser sugestivo, el escritor no tiene los estereotipos del intelectual moderno, incluso sería interesante adjetivar un poco pese a las reglas, pero hay una sola palabra que persiste en el intento: Rudo. Emerio es un hombre rudo como su nombre. 
Es asimismo hombre de palabra clara. Y posee la capacidad de escapar del mundo para hablar de él, para contarlo en las idas y venidas del azar, y quizás esperar que un día cuando nadie recuerde los cascos de aluminio que usaban los obreros del níquel o el caudal inmenso que tuvo el Río Mayarí, aparezca alguno de sus cuentos repleto de imágenes para no olvidar.
El periodista Rubén Rodríguez entrevista al ingeniero del Níquel en Mayarí y narrador ganador del premio Casa de las Américas en cuento:






César Hidalgo Torres conversa largo con Emerio Medina:


1 comentario:

  1. Me gusto la entrevista, despertó en mi el interés por conocer la obra del escritos Emerio Medina, como podría conseguir sus libros?

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